Joan Vilarrubias sentía fascinación por el ser humano, por sus obras, por sus sentimientos, por esos anónimos que se imponen en nuestra memoria a través de los objetos que amaron o tras esas puertas y ventanas donde viven pasiones ignoradas, felicidades y, a veces, dramas.
Pero ya las obras humanas muestran las arrugas de su edad y revelan un alma intemporal y difusa que las ennoblece. Las miradas de esos seres se vuelven intensas y nos interrogan.